PRESENTACIÓN DE LA NOVELA
Por Francisco Javier Chaín Revuelta
Es para mi motivo de orgullo presentar el libro “La leyenda íbera de Aníbal” de Laura Fernández-Montesinos Salamanca, a quien todos aquellos que trabajamos en el ámbito de la educación y la cultura, reconocemos por su gran valía profesional y la importancia de su labor investigadora, especialmente en el campo de la literatura, la educación y las historia de las letras y las artes. Esa brillante trayectoria profesional, que incluye la práctica diaria de la enseñanza, hace que resulte particularmente grato, decir unas cuantas palabras sobre el resultado final de uno de sus trabajos de investigación más acuciosos y donde notoriamente aplicó toda la pasión, entrega y energía con las que emprende siempre sus acciones, siempre guiadas de los nobles propósitos de libertad y justicia que la caracterizan.
Seguramente los aquí reunidos además del arte de escribir adoramos al más importante de las artes que amerita el autor de un libro: el de ser lector. Los que gozamos con la lectura, que no la hacemos como trabajo, sino con gusto. Que no la ejercemos para mostrar que hemos leído tal o cual libro famoso, sino para el gozo. Los que dejamos que nuestros ojos caminen por las letras, los que derrochamos imaginación para ir reinventando, reescribiendo y recreando lo que escribió el creador. Los que nos consideramos coautores, cogozadores, codisfrutadores, coinspirados, copartícipes en la creación de la obra escrita, podemos saber lo que representa este libro, y podemos invitar al futuro lector, al próximo lector, a realizar su propio viaje a su propio paraíso, a vivir la historia y las epopeyas como protagonista de las peripecias y luchas que este libro contiene.
Una aventura es leer un libro, pero si el libro es de aventuras, el asunto se duplica. Merece la pena destacar que detrás de las aventuras de la historia, se encuentra de vez en vez la leyenda, y es leyenda aquello que llamamos legendario, y lo más legendario de lo legendario es aquello que queda para siempre en la memoria de todos los hombres, en la memoria colectiva, que perdura aun más que una estela de piedra, es lo que queda grabado firmemente en el recuerdo que trasciende el tiempo.
Cuando tuve la gran oportunidad de tener este libro en mis manos y en mis ojos, lo que tomó mi mente por asalto al leer el título de este libro, fue un recuerdo de la infancia, fue volver a mirar a mi profesor de primaria y responderle a sus enseñanzas: Almicar Barca, padre de Aníbal Barca, quien realizó la hazaña, única en la historia, de cruzar los Alpes con un enorme y poderoso ejército, con caballos y enormes elefantes para enfrentar a las legiones de Roma en su propio terreno…
Que mayor incitación para adquirir este libro que este recuerdo y así penetrar en sus páginas para poder continuar lo que no debí haber suspendido desde la infancia, conocer y comprender la historia completa del nada nuevo choque de dos civilizaciones, de la antigua, poderosa y original civilización fenicia del mediterráneo, así como del entonces naciente imperio romano. Pueblos enfrentados tenazmente, a través de las llamadas guerras púnicas, porque por punos, me entera el libro, se llamaba a los cartagineses, guerras por el control militar y comercial del mar Tirreno, del mar Mediterráneo, de todos los puertos, islas y accidentes de esa poderosa y enorme cuenca marítima.
La gran sorpresa de este libro es encontrar en él que no trataba Aníbal de conquistar una provincia sino el mundo. Encontrar que dos elementos iban a enfrentarse: La fuerza intacta de todo un pueblo y uno de los mayores genios de la humanidad. Encontrar en el libro que la campaña de Aníbal es un duelo entre el genio y la voluntad.
La otra gran sorpresa fue encontrarme en él, no sólo una amplia y documentada investigación sobre los sucesos de aquella antigua época, sino también encontrar una poderosa y argumentada imaginación, que logra paliar todas aquellas lagunas que la historia deja de lado o en vacío, y que la buena novela histórica es capaz de compensar con una documentada recreación y narrativa excelentes, que además mantienen en vilo la atención y nos llevan de la mano a vivir con los personajes las vicisitudes que pasaron, no sólo los líderes de la gesta histórica, sino también los soldados y los comunes de todos aquellos pueblos mediterráneos, que al fin de cuentas, diseñaron o marcaron el rumbo, de la misma sociedad y cultura que nosotros ahora vivimos como herederos o continuadores de esta historia sin fin que es la historia del hombre, y que este libro, hay que señalarlo, como adelanto, remarca la necesidad de no perder el recuerdo ni cejar en la lucha de todos nosotros por la libertad y la justicia.
Debo atrever aquí contar mi experiencia con este libro, con la seguridad, de que cada uno de ustedes, tendrá su estupenda historia propia y la experiencia de su propia aventura, ya que cada libro es tantos libros como lectores tiene, y cado uno de nosotros seremos enviados, aquí o allá, pero en el camino directo a la propia memoria y a todos esos laberintos que puedan regresarnos del olvido.
Provocado por el libro, guiado por ésta epopeya, fui, no hace muchos años, a Azud de Vélez, al sur de Iberia, a los mismos enclaves fenicios a iniciar, desde la tierra removida de un antiguo panteón fenicio, este viaje.
Con el viento nocturno del mar a mis espaldas y mil años antes del año en se empiezan a contar los años, con los ojos marineros en las estrellas, navegé a 200 kilómetros por día sobre una nave fenicia de 5 filas surcando el Tirreno para llegar a la punta sur de Iberia que enfrenta el Atlántico para fincar la colonia de Gadir, (la ahora Cádiz) y legar a España, como fue a todo el mediterráneo, el primer alfabeto del mundo, ese alfabeto que ahora y aquí todos usamos y con el que se construyó no sólo este libro, sino todos los libros del alfabético mundo.
Para el año ochocientos antes de esta era, fui como parte de las huestes fenicias conquistando el litoral africano y con la reina Elisa fundamos Cartago. En el 630 antes del año cero, volví al sur español para vivir en Tharsis, civilizada capital que ustedes conocerán en su propio viaje por este libro.
Años, quinientos años después, me tocó conocer, en la Alpujarra cerca de Granada, ciudad donde nació y formó la autora del libro, a la anciana Hanna, la hija de Unílice, doblada sobre una mesa escribía en rollos de pergamino, con caña y tinta vegetal, su historia sobre la gran y primera guerra púnica.
Como senador en Cartago supe en el 264 antes de nuestra era, supe que Roma temerosa de nosotros inició una guerra de esas llamadas “preventivas” invadiendo Sicilia, en 20 años de hostilidades pude conocer entonces a Baruk (El rayo) el gran general Cartaginés Almícar Barca, padre de Aníbal Barca, a quien dos mil años después aun llevaba su nombre en sus labios mi profesor.
Estuve en el pacto de fin de esa guerra donde Cartago entregó Sicilia, estuve en medio de las batallas de la guerra civil que enfrentó Cartago, estuve en las intrigas palaciegas y viví las intrigas y golpes de mano de Roma para apoderarse de Córcega y Cerdeña. Asistí en el 253 antes del año cero, al nacimiento de Aníbal Barca y años después a su presentación ante el dios Ba´al, antes de partir con él y su padre a Iberia, donde me pude enterar que los iberos vivían sobre nutridas minas de metales preciosos.
Fui íbero y con ellos de los mejores guerreros del mundo, fui el mismo Orissón, el rey de los oretanos que emboscó al rayo ese de Almícar Barca, y también fui envenado por ser el bello Asdrúbal. Y también fui el mismo Aníbal que puso sitio a Arse y fui el dardo que hirió al mismo Aníbal. Estuve en Cartago cuando los embajadores romanos pidieron la cabeza de Aníbal ante la indignación del Gran Consejo Cartaginés. Vi como el que capitaneaba la embajada romana alzó la orla de su toga hasta el pecho y exclamó: “Aquí os traigo la paz o la guerra. Elegid”. Presencié como los cartagineses le respondieron con la misma brutalidad: que escogiera lo que quisiera. El romano les contestó que la guerra. Así vi nacer la segunda guerra púnica.
Conviví como batistano de la sierra nevada y fui mercader egipcio en el puerto de Sexi, la ahora Almuñecar. Fui padre de Unílice y por tanto suegro de Aníbal sin dejar de ser Thoba, el sagaz explorador y hermano de Unílice. Para el 218 de nuestra era partí como uno más de los cincuenta mil soldados y como uno de los elefantes africanos del enorme ejército comandado por Aníbal, la ruta fue cruzar los Pirineos y después los peligrosos desfiladeros y grandes cumbres de los Alpes, allí donde fui azul cadáver congelado, donde fui herido y moribundo de frío rematado en la emboscada que entre alaridos nos prepararon los salvajes guerreros de los alrededor de las montañas.
Fui al mismo tiempo el general romano Publio Cornelio Escipión y fui Tiberio Sempronio emprendiendo la tarea de tomar iberia y la misma Cartago para tratar de acabar con el gran obstáculo que era Aníbal para la expansión romana
Moribundo recordaré las cimas de los Pirineos, sus cien kilómetros de anchura, escalando la ancha cordillera sobre los picos de Aneto, Posets, Vignale y sobre el mismo Monte Perdido más allá de los tres mil metros de altura. Entre glaciares, lagos, valles y cañones veré a la misma Pirene, la hija de Atlas, a quien Hércules mismo se llevó en sus viajes.
En este viaje inaudito por las letras del libro pude cerciorarme de Alp el gran espíritu aéreo que mora en la cumbre de las estas montañas escarpadas de los Alpes, bajando de vez en vez, monstruosamente a perturbarme el ascenso y no dejarme llegar a lo más alto de la cordillera, mas allá de los cuatro mil metros que levanta la increíble sucesión de más de 67 montañas nevadas. Enfrenté mil aventuras con todas las tribus celtas de nantuates, veragros, sedunos, los retianos, los salasos o los lepontinos. Fuí uno de los miles que logramos la histórica hazaña de alcanzar las cumbres alpinas que así nos permitian contemplar los valles hacia el sur, empezando por el valle alpino del río Padus para iniciar la marcha guerrera y triunfante sobre Roma y sus legiones y sus escipiones.
Aquí en la larga, terrible y estratégica lucha que pude vivir a través de la Leyenda Ibera de Aníbal, a través de este libro, ya no podré seguir contándola, ya no podré decirles de las mejores, maravillosas, crueles y terroríficas peripecias que siguieron a todo lo largo de esta real e histórica epopeya que fue la segunda guerra púnica, porque sería no solo abusar de su amable atención sino también para no seguir deformando lo que en su lectura del libro encontrarán excelentemente narrado.
Ya no diré de lo vivido sobre los grandes sucesos que se narran, de las grandes batallas en los llanos del río Po, ni del cruce de los Apeninos, ni de la enorme batalla del lago Trasimeno, de Fabio Cunctator, de la gran lucha en Cannas, sobre las fuerza vivas de Roma, del sitio de Siracusa, de aquel grito “Hannibal ad portas” de la guerra en España, de la participación de Asdrúbal, el hermanastro.
No diré más del intacto vigor que siempre tuvo Aníbal, de la confianza popular que siempre lo sostuvo, de sus acertadas reformas y mejoras para Cartago, no diré, ustedes lo descubrirán en este buen libro como Aníbal Barca fue grande tanto en la guerra como en la paz. Tampoco diré como despojó a la aristocracia mercante de sus privilegios. No diré nada más sobre sus viajes al Asia y sobre como superaba los planes y proyectos de el seleúcida Antíoco III. Nunca les diré, tendrán que descubrirlo por si mismos, como Aníbal siempre fue un Baruk, un hombre más rápido que su destino.
Por ustedes mismos, no por mi, sabrán que en el Asia Menor, el rey Prusias de Bitinia nunca lamento la ayuda de Aníbal para vencer al rey de Pérgamo. Asi mismo sabrán del más miserable de los miserables soberanos de Asia, pero eso será asunto de todos ustedes en su encuentro con esta gran narración, con este gran libro.
Lo que si quiero decirles que además de haber sido a través de la lectura del libro, todos y cada uno de los personaje y de haber imaginado y vivido como en sueños cada aventura y cada peripecia, también fui una vez el presentador de este libro.
Un día como hoy, a la misma hora que hoy, en el mismo lugar que ahora todos nosotros estamos, en el Museo de Arte del Estado, en la ciudad de Orizaba, estuve hablando algunos minutos antes ustedes de un libro titulado La Leyenda Ibera de Aníbal, de un libro de Laura Fernández-Montesinos, nacida en la legendaria ciudad de Granada y formada ahí mismo, donde se formó García Lorca y cientos de estupendos literatos y artistas, todos ellos producto de una larguísima historia intercultural que comprende a los nativos íberos, fenicios, cartagineses, romanos y árabes dando lugar a una gran civilización: Al-Andalus y hoy la Andalucía como conocemos a esta región de España. No en balde el poeta ha dicho de la ciudad de nuestra escritora: “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada”
Poesía es lo que nos ha reunido en este XX congreso de poetas. Habrá países, pueblos y gente que puedan vivir sin poesía, pero para nosotros, para nuestros pueblos y gente, el ritmo de las letras, la poesía son más importantes que el respirar.
Termino diciéndoles que dentro del consejo editorial que autorizó la impresión de ésta obra estuvieron destacados y premiados críticos, entre ellos, Sergio Pitol Demenéghi, Premio Cervantes de Literatura. Que este libro de 671 páginas esta recién salido de prensas a mediados de este año, que su austero diseño es agradable a la vista, que su confección por parte de la Editora del Gobierno del Estado de Veracruz es fuerte y su tamaño fácilmente manejable, que la editora lo incluyó en su valiosa colección Piedra Lunar, que fue presentado con éxito en la FILU 2009, en la Feria del Libro Universitario, realizada apenas en Xalapa, que la autora está en conversaciones para su publicación en España en el 2010, y sobre todo quiero decirles algo muy importante, que este libro se lo pueden llevar a casa hoy mismo, ya que se ha puesto, por cortesía de la autora, los organizadores de este XX Congreso de escritores y del Museo de Arte, a un precio, sólo en esta ocasión, muy especial de promoción. Si en librerías alcanza el precio de 200 o más pesos, esta tarde por única vez, pueden adquirirlo, en compensación por haber tenido que sufrir mi discurso, se lo pueden llevar, además autografiado por la autora, por sólo cien pesos.
Agradezco a todos ustedes a atención que me han dispensado.
Francisco Javier Chaín Revuelta
Texto leído en la presentación del libro, en el marco del XX Encuentro Lationoamericano de Poetas “José Saramago y Jaime Sabines”, en la ciudad de Orizaba, Ver., y en el marco del Festival Intracultura, en la ciudad de Toluca, Edo. De México.
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